Cultura Romana

A lo largo del siglo III a. C., la Cultura Ibérica entra en contacto con los púnicos (cartagineses) primero, y los romanos después, a cuyo término los romanos se instalarán en la Península Ibérica; iniciándose el proceso de romanización o transformación de la sociedad y cultura indígenas en otras que se aproximarán cada vez más a las romanas. Será un proceso lento y desigual que conllevará el abandono de muchos de los antiguos poblados ibéricos y la concentración de la población en unas cuantas ciudades: el proceso de romanización del Bajo Segura se establece en torno a Ilici (La Alcudia, Elche), al mismo tiempo que se pone en marcha el sistema de explotación por medio de las villae (villas rústicas), o unidades de explotación agraria conectadas a la función económica de la ciudad.

Los yacimientos de Rojales o sus cercanías más característicos de la época romana permiten reconstruir el paisaje rural y la vida de una región relativamente alejada del entorno estricto de su ciudad principal. Entre éstos destacan modestas villas rústicas o explotaciones agrícolas que avanzando el Imperio romano se desarrollaron tanto en la zona de Campo como de Huerta. Por tanto, la mayoría de los pobladores romano-segureños fueron, sin duda, campesinos, ya que la estructura socioeconómica del país era de base agraria. Los cultivos principales explotados en este entorno agrario eran la trilogía mediterránea (el trigo, la olivera y la viña), aunque cultivaban otros productos como la higuera, verduras y otros árboles frutales y están constatados arqueológicamente pequeños sistemas de regadío, relacionados con manantiales y las pequeñas vegas de aluvión.